www.facebook.com/conniecantua

sábado, 8 de diciembre de 2012

MENDEZ

Méndez

Méndez
.de Maria Constanza Cantua, el El Lunes, 25 de octubre de 2010 a las 22:02.Méndez



Méndez


Méndez era un hombre de campo, adusto, parco, con poca instrucción y mucha sabiduría.
Méndez tenía ropa de fajina siempre limpia.
Alpargatas nuevas, la boina puesta y el cigarrillo armado a las 6 de la mañana de todas las mañanas de las mañanas.

Méndez tenía dos camisas blancas.
Terminaba las tareas antes de caer el sol, se aseaba, se acomodaba el pelo con prolijidad y se ponía una de las blancas, las mas blancas que vi en mi vida.
Se sentaba al lado de la cocina a leña, se preparaba el mate y esperaba.

A su lado se echaba Pinta, el perro más fiel de todos los que lo ayudaban.
Méndez esperaba la cena que le preparaba su mujer y quiero creer que esperaba un poquito mas a que yo llegara a su cocina.
Méndez se levantaba a las 5 de la mañana pero quiero creer que me esperaba.

Me hacia rimas de su caballo bayo: “que lloraba tanto cuando murió y largaba unos lagrimones como diciendo curame vos”.
Me contaba historias fantásticas de luces malas, relatos asombrosamente coloridos y atrapantes.
Recuerdo de escucharlo con tanta atención, tenía miedo de perderme algo de lo que narraba.

Sus cuentos eran para mí como los de Quiroga, me maravillaban.
Tenían que ver con serpientes.
Tenían que ver con animales salvajes.
Tenían que ver con el campo y otras cosas.
Otras cosas como la soledad, solo en lo agreste, en la noche.
Otras cosas como ser valiente y no tanto.

Méndez era el capataz del campo de mis viejos y nunca conocí a nadie tan especial y particular.
No era expresivo con los sentimientos, aparentaba todo lo contrario pero advertía exudar cariño por cada poro de su ser.

Todo lo que hacía, lo hacia bien, prolijo, bien terminado y hasta que no estuviese finalizado, no paraba, era incansable.

Méndez era mi Héroe.
Lo veía salir desde mi cuarto a la mañana, montado en el Zaino, de espaldas, con la boina de costado, humeando frío y tabaco desde el costado de su silueta.
Ya salía, ya salía a hacer su recorrida y yo le gritaba sin gritarle: “quiero ir!”

Adoraba pensar que lo ayudaba y él demostraba aprecio por mi pequeñisima tarea.
Me enseñó a tropear, vacunar vacas, ensillar, dar tomas, castrar corderos y a hablarle a los perros de forma corta e inteligente para que me entendieran.

El solo podía con cientos de ovejas, yo entorpecía pero cada tanto me mandaba a corretear a alguna ”escapada”. Le daba duro al galope en busca de la descarriada y galopaba y galopaba hasta que volvía con la oveja suelta de la majada.
Lo miraba y me hacia un gesto casi imperceptible a lo lejos, que yo interpretaba como un gracias,…y lo era, quiero creer.

Crecí y un día Méndez se fue. Se fue al pueblo a vivir.
Años después mi padre me trajo una carta de él.
La carta fue por el nacimiento de mis hijos.
Papel inmaculado, caligrafía perfecta, con esfuerzo para que se vea bonita, sin faltas de ortografía.
Me expresaba todo lo buena madre que iba a ser, cuando en realidad él me había dejado de ver cuando yo tenía tan solo 15 años.

Que lindo regalo me dio.

Méndez murió hace unos cuantos años. Muchos.
Me había prometido ir a verlo especialmente, esas promesas que uno se hace.
No lo hice y después me enteré que había fallecido.
Julio, Julio Méndez era su nombre.

No lo recuerdo a Julio Todos los días pero lo recuerdo Muy seguido y cada vez que lo hago, lamento no haber ido a ver a quien había significado tanto para mi.
Quien fue un mentor, amigo y casi padre en silencio.

Mí querido Julio, me diste los mejores regalos con tu compañía.
Me expandiste infinitamente la imaginación en las noches sin luz.
A la luz de la luna me enseñaste a no tener miedo a volver para las casas.
Me decías que la luz de la noche me mostraría el camino.
Me contaste del respeto por los animales, los árboles, arbustos y cañadas.
Me dejaste los mejores cuentos como legado, que se los pasaré a mis hijos.
Se los pasaré porque lo haré en tu honor y es en tu honor que lo haré porque me encantaban.

Te veo cabalgando al Zaino, echando humo de la madrugada y del tabaco, te veo la boina, la espalda echada hacia atrás acompañando el tranco largo del fiel Zaino camino a la portera, camino a la soledad del campo,…camino a mi memoria, memoria que está intacta de Julio Méndez.
Mi memoria me dice que era un titán, uno enorme, un gigante silencioso.

Que siga tu viaje, amigo silencioso,…yo aún te veo en mis silencios.
Nunca te dije que te quería.
Te hubiese dado vergüenza,…y yo no tuve el valor.
Pero te quise y mucho.
No es tarde amigo para el querer.

Méndez que se va en el Zaino, ya lo veo, ya lo veo de espaldas, echando humo de la mañana y del tabaco, levantándome la mano sin darse vuelta, expresando un adiós,…adiós amigo, adiós Méndez.



Maria Constanza Cantúa ®

No hay comentarios:

Publicar un comentario