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domingo, 17 de abril de 2011

Cabo Polonio, El Cabo

Cabo Polonio, El Cabo.

de Maria Constanza Cantua, el Domingo, 17 de abril de 2011 a las 16:50
Cabo Polonio, El Cabo

Solo una vez fui,
Y fue hace centurias.
En esa semana inolvidable, llevé una pequeña libretita para escribir mis impresiones del Cabo.
El Cabo, como le decimos los Uruguayos.
Busqué la duna más alta en un día nuboso y soleado con una brisa marina exuberante,
de esas que insuflan el alma.
Allí estaba, sentada en la cima de un Reino de otra dimensión,
la Dimensión Crepuscular,
esa de hadas y elfos, en las alturas del cielo del Cabo.
Escribí y escribí.
Escondí mi libretita en mi bolso y me dediqué a disfrutar una semana divina.
Amigos, juegos, compañía, risas, mar, sal, iodo, olas, dunas, sol, sol y mas sol y para nuestro puro placer la temperatura del agua ideal.
Horas de barrenadas y juegos salinos.
Horas de despreocupación y charlas salinas.
Sin luz, sin agua corriente.
Una bella casa en la altura de una duna,
frente al mar,
rodeada de rocas,
rocas que por las noches nos contaban las pedregosas historias de El Cabo.
Los años pasaron.
Muchos, centurias.
Las centurias y mi descuido hicieron que mi libretita se esfumara.
Y con la pérdida, mi pérdida.
Desearía tanto tenerla ahora…
Soñaría un sueño eterno para poder bucear en él y encontrarla en el arcon sumergido del mar de El Cabo, la Nota del Cabo de mi juventud.
No es posible.
Sólo es un anhelo onírico,
irrealizable pero aun tan deseable, que le pediría prestado La Máquina del Tiempo a H. G. Wells.
Ese pellizco de búsqueda de la libretita se me pegoteó todas estas décadas.
El Cabo es un lugar mágico.
Todo es magia en él y esa burbuja que lo envuelve, un micro-mundo Real rayano en lo Irreal.
Insertado, incrustado en la otra parte del mundo como un apéndice globulado,
cristalino,
virtuoso, vítreo y vital.
Esa semana, sin querer queriendo, delineó mi vida.
Vi una noche en el Cabo, sobre una roca, la bola de cristal de mi futuro.
Parte de él se cumplió.
Mi corazón dividido para cada amor lo sabe.
La incandescencia de mi deseo reflejado en la esfera del oráculo me lo vaticinó.
Dos amores, XX y XY.
Al unísono viajaron su vuelo estelar para anidar en el mismo tierno y dulce compás en mi matriz.
El Cabo.
Solo una vez estuve.
Alcanzo?
Tantas maravillas me ofrendaste sin que siquiera supieras,
sin siquiera saberlo.
Es mágico, lo dije ya?
Lo que me resta es volver.
Sobrevolar en el silencio de la noche sin luz del Cabo,
en la Edad de éste Tiempo,
para encontrar el fulgor esférico de hace centurias.
Aun ígneo, habrá guardado la historia.
Ahí, abrazada de oscuridad del Cabo, la mas luminosa de las opacidades,
la que nada de abstrusa tiene, entre rocas, arena y,
el arrullo resonante de las olas a lo lejos,
aun brillantes de luz, los haces de las rocas del Cabo,
me darán sin preguntar,
la otra parte de mi historia no escrita en los pergaminos de Cronos.
Lo que me resta es volver.
Se que la luz me esperará.
Me resta volver…

María Constanza Cantúa ®

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